Leyenda contada en Puerto Cabanga, dicen que ella se deja ver poco.
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Espera, ella lo sabe, ella lo siente, pero aun así espera.
Cuerpo y alma tienen dueño, besos y caricias que se las lleva el viento.
Espera, no sabe de otro, nadie más ha recorrido el mapa de su cuerpo.
Ese cuerpo, templo sagrado, según le enseño su madre, asaltado en un instante de locura por la excitación forastera, hipnotizada por la promesa inocente de "una estrella por cada momento".
Espera, ella sabe, ella lo siente, pero aun así espera.
Sentada en una banca de la vieja estación, pendiente del "chu chu" que le devuelva esa mirada ida hace mucho tiempo guindada en el último vagón donde chorrea la tinta fresca de la palabra adiós.
Y a pesar de todo y a pesar del deterioro de su vestido, espera, ella sabe, ella lo siente, pero aún así espera.
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Espera, ella lo sabe, ella lo siente, pero aun así espera.
Cuerpo y alma tienen dueño, besos y caricias que se las lleva el viento.
Espera, no sabe de otro, nadie más ha recorrido el mapa de su cuerpo.
Ese cuerpo, templo sagrado, según le enseño su madre, asaltado en un instante de locura por la excitación forastera, hipnotizada por la promesa inocente de "una estrella por cada momento".
Espera, ella sabe, ella lo siente, pero aun así espera.
Sentada en una banca de la vieja estación, pendiente del "chu chu" que le devuelva esa mirada ida hace mucho tiempo guindada en el último vagón donde chorrea la tinta fresca de la palabra adiós.
Y a pesar de todo y a pesar del deterioro de su vestido, espera, ella sabe, ella lo siente, pero aún así espera.