jueves, 26 de febrero de 2009

EL ÚLTIMO VAGÓN

Leyenda contada en Puerto Cabanga, dicen que ella se deja ver poco.
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Espera, ella lo sabe, ella lo siente, pero aun así espera.
Cuerpo y alma tienen dueño, besos y caricias que se las lleva el viento.
Espera, no sabe de otro, nadie más ha recorrido el mapa de su cuerpo.
Ese cuerpo, templo sagrado, según le enseño su madre, asaltado en un instante de locura por la excitación forastera, hipnotizada por la promesa inocente de "una estrella por cada momento".
Espera, ella sabe, ella lo siente, pero aun así espera.
Sentada en una banca de la vieja estación, pendiente del "chu chu" que le devuelva esa mirada ida hace mucho tiempo guindada en el último vagón donde chorrea la tinta fresca de la palabra adiós.
Y a pesar de todo y a pesar del  deterioro de su vestido, espera, ella sabe, ella lo siente, pero aún así espera.

viernes, 13 de febrero de 2009

POR MI GENTE

Muero por mi gente, que está conmigo hombro a hombro sin mediar palabra ni reloj.
Muero por mi gente, que entiende mi historia en una mirada sin buscar etiquetas ni poses en mi caminar.
Muero por mi gente, que no tiene dedos para señalarme ni boca para juzgarme, mientras una pelota de impostores buscan como encasillarme.
Muero por mi gente, “cabrones sangre y abrazo”, que se sientan conmigo y saben quién soy, que haga lo que haga yo, existo en su corazón, que provocan que se mueva el mío, indomable y calculador.
Muero por mi gente que no disfraza lo que les inspiro y me escupen en la cara cuando les doy una justificación.
Muero por mi gente, que no se deja engañar por una sonrisa de cristal, que distingue entre lo que saludan de abrazo y los que dan la mano mientras escondida la otra, sostiene el puñal.
Muero por mi gente, que se niega profundamente a encasillarse como piecita de todo este “engranaje".
Los que entienden que excitación no es perversión. Los que saben muy bien que la birra, en un encuentro de dos, es camino corto para ahorrar conversación y si agregan vino y candelas una vía segura para terminar en un colchón
Los que entienden que ser pobre no es destino de Dios, si no pretexto inventado por algunos para tenernos en sumisión.
Los que besan con los ojos cerrados, los que no se arrugan por nada, los que guardan y escriben cartas de amor, los que no mienten, los que no se venden, los que no defienden su brete con la lengua o el culo sino con dedicación. Los que preguntan cuando no saben y cuando saben no preguntan.
Muero por mi gente, sangre y pasión, amigos de la risa, la lectura, el futbol... y si te parece, también muero por vos.

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