jueves, 27 de agosto de 2009

EL ÚLTIMO PASEO

Caminaba por ese pasillo, escuchando ese zapateo triste y burlón, tuvo un presentimiento, no pudo evitar que en su mente se dibujara ese el camino como él siempre lo imaginó. De niño le dijeron que era un jardín, lleno de colores mezclados y en estado puro y olores retro. Un lugar donde la gente que dejó rezagada o que se llevó la vida acudiría a su encuentro. Él nunca creyó ese cuento, menos ahora que se veía caminando entre paredes oscuras y ese olor a vacío que en nada ayudaban a reforzar esa imagen.

Adelante caminaba su hijo, llevaba prisa. Era domingo de futbol, como olvidarlo.

Llevaba varias noches escuchando las reuniones “secretas” de la familia en la sala del primer piso, se hacian cuando todos lo creían dormido. Su hijo mayor era quien hablaba más convencido de llevarlo a un lugar “mejor para todos”. Su esposa iba a dar a luz a su tercer hijo y necesitaban la habitación su habitación. El mismo hijo mayor que lo trajo a vivir a casa después de ida la abuela y repartido entre todos el dinero por la venta de la casa de los abuelos. La casa en la que todos se criaron.

“Buenos días señorita”, dijo en tono firme al llegar a la recepción. “Vengo a dejar a mi papá por una temporada, creemos que aquí estará mejor… Si señorita no se preocupe, él también lo cree, a pesar, de que cómo usted dice, su mirada no quiera hacer el intento”.

El abuelo sentado viendo a su primogénito hacer el papeleo, recordó como junto a su mujer, lucharon palmo a palmo para sacarlos adelante. Ella con la venta de tortillas, él hombro a hombro con el Sol y con lo que les regalaba la tierra. Recordó como muchos de sus sueños se quedaron para mañana y con el tiempo pasaron a ser ajenos. Él no fue a la escuela, pero se esforzó porque sus hijos lo hicieran y así fue, hasta a la universidad llegaron algunos.

“Los datos, ah sí como no, por acá los tengo”, baja un poco la voz y se los dicta a la señorita.

Al abuelo le podían decir que es distraído pero no sordo. Él sabía que ese era su nombre, pero las direcciones y referencias que daba su hijo no le quedaban claras. No le dio importancia, era solo una semana de descanso pagada por la familia mientras remodelaban la casa, al menos eso le habían dicho. Luego regresaría a seguir contando las historias mágicas que engatusaron a sus hijos y que hoy le pertenecen a sus nietos. Eso, si es que suben a visitarlo de nuevo, hace semanas que no se aparecían.

“Acá dejo sus maletas, solamente son dos. En una trae su ropa, en la otra una foto enorme de la abuela, téngale paciencia, siempre habla de ella”.

Después de recibir un apresurado abrazo de su hijo, se instaló en la habitación que le asignaron, no era tan espectacular como se la habían descrito, aunque tenía una ventana que daba al jardín.

Había mucha gente como él, lo notaba en los horarios de comida y a la hora de la televisión. No se cansaba de hablar de su familia, de lo mucho que se querían. Le molestaba que no le creyeran lo de la semana de retiro. Ansioso, esperó el domingo para rebatir cualquier duda.

Han pasado muchos domingos y el abuelo aún habla de su familia, de lo mucho que se quieren. El abuelo quiere no saber lo que siente, lo que presiente. A estas alturas de la vida no teme enfrentarse a la realidad, pero le aterra decubrir la mentira.

Un domingo, de los que no le importan al almanaque, decidió caminar por el mismo pasillo que recorrió el día que ingresó a “vacacionar”. Lentamente y arrastrando los pasos sintió como el color del silencio y el olor a soledad se iban transformando en ese jardín que años atrás le habían descrito, entonces finalmente entendió y se resignó. Sintió la mano de la abuela , lo venía a saludar.

Ese día decidió descansar, era domingo de futbol como olvidarlo, un domingo cualquiera de esos que a nadie le interesa celebrar.

ZunGa

lunes, 17 de agosto de 2009

EL MAE QUE ODIABA LOS VIERNES

"A mí el viernes (cualquiera) se me va entre música que se come mis entrañas y el deseo de diluirme en alcohol y no saber que sucedió hasta al día siguiente. Si las horas se pudieran brincar, me brincaría todas las que estorban un viernes. Yo no quiero un viernes, como habrá quiénes no quieren un beso tierno después de un buen polvo. Cada viernes que pasa, me sobran más silencios y se me desaparecen los encuentros. El viernes aparece Hyde llegada la noche y decide destruir todo aquello que por meses sostuve. A él no lo puedo derrotar a punta de "huevos" o los míos no son lo suficientemente grandes, no sé. Por más que intente enfrentarlo, cuando menos pienso aparece y me arrasa. A Hyde, como al viernes, me queda por ahora huirle. No siempre fue así, pero así es ahora. Usted se me quedará viendo raro y yo lo entiendo. Pero eso es porque usted ni siquiera ha notado el silencio aterrador que se esconde en el ruido de un viernes. Ponga atención a cada despedida, ponga atención al silencio de quién lejos de estas paredes tiene otra rutina y fíjese como carcome a quiénes, lejos de estas paredes, nos quedamos sin vida. Usted no ha pensado por qué en este momento lo estoy invitando a la sexta cerveza si apenas lo vengo conociendo, no usted no se lo va a preguntar, simplemente otro día me señalará desde otra mesa y dirá ahí está el loco que no quiere a los viernes, yo diré ahí está ese tipo que no ha entendido porque no quiero ningún viernes".

Mientras mantenía su discurso, seguía poniendo cervezas en la mesa. Ya no notaba que hacía rato yo no las recibía. En su mirada perdida se podían ver todos o por lo menos muchos de sus fantasmas. Una a una, cada cerveza la convertía en una extensión a ese monólogo que trató inútilmente de disfrazar como conversación. Su voz me resultaba familiar, no lograba recordar de donde, pero estaba claro que la había escuchado. Los nombres, los lugares, las teorías, los recuerdos, incluso su tono altanero, donde putas ya me los había topado. Sin que él lo notara pague parte de su cuenta, sentía que le debía algo conforme se le trababan las palabras.

"¡El viernes es el maldito día de la semana que tiene cara y me señala!", se levantó, como pudo pagó la cuenta y desapareció.

Ni siquiera pudimos presentarnos. Aunque escuchando su voz, siempre supe cuál era su nombre...

martes, 11 de agosto de 2009

Osquitar con la porcina


Momento en que a Osquitar le dicen que tiene AH1N1 y tiene que quedarse reposando en casa.

¡Pecaito!

jueves, 6 de agosto de 2009

LAS GEMELAS DE ROJO

En una sodita no muy lejana...


Un rato de palabras para ese par de fucking enormes y redondas hermanas que muy coquetas se pasean frente a mis ojos, contoneándose al ritmo musical que marca alguna compu lejana.
Son las gemelas de rojo, las hermanas tentación; dulces y deliciosas tiemblan a cada paso y se levantan firmes cuando se saben observadas.
Hace unos años me dio por pasearme con y sobre ellas, eran otros tiempos y eran más pequeñas.
Hoy me miran en silencio, tal vez hasta con desprecio, yo las miro en silencio y casi con desprecio, mucho con deseo.
¡Todas las mañanas al salir el sol me lavo la cara con agua y jabón y hago la tarea con las hermanas tentación!
Hoy son de rojo, mañana de otro color, pero si mal no recuerdo, grandes o pequeñas siguen siendo del mismo sabor.

Lo ultimo en Ticoblogger