Artículo que escribí hoy para la página web del brete y que les comparto a ver que les parece:
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SEGUIMOS EN ELECCIONES...
Entonces ya pasó el 7 de febrero. ¿Seguros? Veamos...
Se ha hablado mucho estos meses de candidatos a la presidencia transformados, a través de sus campañas, en simples marcas. Hemos discutido lo delgada que se puso la línea entre propaganda y publicidad. Al final de cuentas, las dos tienen el mismo fin general: modificar la conducta de las personas.
Es cierto que en estas elecciones, más que en las anteriores, algunos candidatos estuvieron más cerca de ser un detergente con testimonial incluido.
Bueno, pero que los candidatos sean vistos como una marca “masticable” tiene cierta lógica si hacemos el ejercicio inverso y le aplicamos propaganda a nuestras marcas y las convertimos en candidatas y luego en ganadoras… Suave, suave, ¿eso no es lo que hacemos todos los días? ¿O no es cierto que a cada marca le toca levantarse todos los días y “mandarse de candidata”? Igual tienen que convencer, caer bien, argumentar, defenderse, proponer, agradar. Cada vez están más que obligadas a generar información/comunicación de valor para las personas a las que quiere acercarse. Ya no basta con la foto y el curriculum. “¿Qué más?”, dice la gente. Lo dicen en la calle, en una encuesta, en un focus, en la cámara llena, en el producto que no se mueve.
Como cualquier candidato, cada marca se ve en la obligación y deber de salir a “cazar votos”. Solo que a diferencia de los candidatos de carne y hueso, ella –una vez declarada ganadora– no tiene la exclusividad de cuatro años para liderar su categoría. Le toca pulsearla aún más y contra más, ser la ganadora hoy y seguir pulseándola mañana.
Al igual que los candidatos, a cada marca (rodeada cada vez más de un “electorado/consumidor” más informado) le toca hacer visitas, convivir y opinar en el mismísimo lugar donde están pasando las cosas, donde conocen de primera mano lo que se espera de ellas, en qué pueden ayudar y qué pueden resolver en favor de la gente.
Cada una de ellas –al igual que en la política tradicional (por lo menos en la nuestra)– vive un tiempo de transición en su contenido y mensaje. Ya pasó eso de “vengan a mí” y yo tengo la última palabra.
Las marcas también están en el tiempo de nutrirse de las ideas de la gente, de sus aportes e incluso (cuidado si no más importante) de sus reclamos y cambiar la dirección si es necesario en su publicidad y más aún, en su oferta.
Vemos aparecer los perfiles de las marcas en Facebook, Twitter… conociendo y dándose a conocer, hablando a través de la radio, en una página 5x10 o buscando nuevos medios y acercamientos, aprovechando e innovando en el poderoso punto de venta (ahí donde hay o no hay química), dando su discurso y esforzándose en ser y decir algo que a la gente le parezca relevante, que las lleve a ser consideradas la opción ganadora. Marca y gente en ese algo que conecte a ambos y convierta una en la preferida de la otra.
Cada marca –como cualquier candidato– adecuada a su presupuesto y sus posibilidades, elige su lugar o lugares donde mostrarse. La vemos en góndolas, vallas, televisión… ahí donde decida aparecer también tiene que sonreír, mostrar su mejor perfil, estar preparada para verse cara a cara con la gente y captar su atención, estar lista para “soltar” todos sus argumentos, explicar y convencer por qué es la mejor opción, y escucharse natural, fluida y convencida de lo que dice y promete. Cada marca, de frente a las personas, se “mata” dejando muy en claro qué tiene ella que no tienen las demás marcas, qué la hace ser la mejor en su campo. Y cuando alguien decide probarla, llevarla, cada marca debe reconocer que es su momento para sacar lo mejor de sí, impresionar con su desempeño, ser coherente con su discurso, estar atenta a lo que escucha, descubrir nuevas oportunidades entre su gente y provocar que esta convenza a otros y a otros, hasta convertirse en mayoría.
Cada marca también tiene su eslogan, decide cómo quiere verse. También le apuesta al jingle pegajoso que llega y emociona a la gente. Se “tira” a tocar puerta por puerta y convoca a la gente en un solo lugar para compartir un momento único, conocerla, ganarse su apoyo, un momento de comunión entre necesidad y deseo.
Es más, actualmente cada marca –al igual que un candidato– está en la obligación de decirle a las personas de qué manera su vida es o sería mejor si ella es la escogida entre tantas. Ser chistosa, seria y/o enérgica no basta muchas veces para ser la preferida. Prometer “la experiencia más rica de tu vida” ya no es suficiente. Las marcas –al igual que candidatos– se enfrentan al mayor conocimiento y capacidad de razonamiento de más gente, por eso están obligadas, como los candidatos, a definir y cumplir sus promesas.
Y atrás de todo esto, nosotros, definiendo, dibujando junto a ella la estrategia a seguir, aportando conocimiento, comunicando, influyendo, marcando el camino, analizando, corrigiendo, sorprendiendo. Eso es lo que hacemos todos los días los que breteamos acá. La mayoría de las veces, por dicha, nos toca ganar. Entonces, definitivamente para nosotros sigue siendo 7 de febrero y al igual que candidatos y marcas, lidiamos con todas las responsabilidades y compromisos que esto conlleva.
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lunes, 8 de febrero de 2010
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