Él, que justo en este momento se emociona escuchando una nueva voz, reconociendo su olor, sus formas y las palabras que aún no le ha podido tirar, justo a él, le viene a pasar esto. Devolverse al viejo encuentro, castigado por su propio silencio.
Mitad pendejo, mitad perplejo y otra mitad (porque en las crisis las circunstancias a veces se dividen en más de dos mitades) imbécil, ve como ahora tiene que volver donde hace 10 años empezó, donde hace 10 años se condenó. La tierra donde llegó aquél pequeño sin avisar. La tierra donde otro ser más pequeño se empieza a formar.
Un simple encuentro que no pretendía más que eso, uno arriba otro abajo, un gemido pasajero y el reloj decide detenerse y emprender el regreso. Les pasó una vez y juraron que no pasaba más. Por lo menos no juntos.
Una gota lo hará regresar, lo encerrará, cumplirá su deber y más que su deber, resignado, cumplirá lo que finalmente ha entendido es su destino o al menos la broma favorita que este siempre ha insistido en darle. Ahora dos y dos son cuatro y ya cuatro, digame usted, no hay nada que hacer.
5 comentarios:
Me encantó tu forma de escribir! Excelente!
Saludos!
Uff.. Ironias de la vida!
I L it!
Slds.
Eso Zunga, como vas?
hay ratitos horizontales entre gemidos que pueden generar un cambio total en la vida y definitivamente si no estas listo mejor no hacer nada...
Si no luego ya ves...
El destino es un niño caprichoso que devuelve las escenas por diversión o adelanta capítulos que debimos haber vivido.
Kagosa, gracias por darte la vuelta. Buena nota.
Malamala, definitivamente ironías y de esas que uno nunca va a entender.
Andrés, saludote. "Si no luego ya ves"... toda la razón.
Tommy, mejor no pudiste decirlo. Saludos
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