"A mí el viernes (cualquiera) se me va entre música que se come mis entrañas y el deseo de diluirme en alcohol y no saber que sucedió hasta al día siguiente. Si las horas se pudieran brincar, me brincaría todas las que estorban un viernes. Yo no quiero un viernes, como habrá quiénes no quieren un beso tierno después de un buen polvo. Cada viernes que pasa, me sobran más silencios y se me desaparecen los encuentros. El viernes aparece Hyde llegada la noche y decide destruir todo aquello que por meses sostuve. A él no lo puedo derrotar a punta de "huevos" o los míos no son lo suficientemente grandes, no sé. Por más que intente enfrentarlo, cuando menos pienso aparece y me arrasa. A Hyde, como al viernes, me queda por ahora huirle. No siempre fue así, pero así es ahora. Usted se me quedará viendo raro y yo lo entiendo. Pero eso es porque usted ni siquiera ha notado el silencio aterrador que se esconde en el ruido de un viernes. Ponga atención a cada despedida, ponga atención al silencio de quién lejos de estas paredes tiene otra rutina y fíjese como carcome a quiénes, lejos de estas paredes, nos quedamos sin vida. Usted no ha pensado por qué en este momento lo estoy invitando a la sexta cerveza si apenas lo vengo conociendo, no usted no se lo va a preguntar, simplemente otro día me señalará desde otra mesa y dirá ahí está el loco que no quiere a los viernes, yo diré ahí está ese tipo que no ha entendido porque no quiero ningún viernes".
Mientras mantenía su discurso, seguía poniendo cervezas en la mesa. Ya no notaba que hacía rato yo no las recibía. En su mirada perdida se podían ver todos o por lo menos muchos de sus fantasmas. Una a una, cada cerveza la convertía en una extensión a ese monólogo que trató inútilmente de disfrazar como conversación. Su voz me resultaba familiar, no lograba recordar de donde, pero estaba claro que la había escuchado. Los nombres, los lugares, las teorías, los recuerdos, incluso su tono altanero, donde putas ya me los había topado. Sin que él lo notara pague parte de su cuenta, sentía que le debía algo conforme se le trababan las palabras.
"¡El viernes es el maldito día de la semana que tiene cara y me señala!", se levantó, como pudo pagó la cuenta y desapareció.
Ni siquiera pudimos presentarnos. Aunque escuchando su voz, siempre supe cuál era su nombre...
4 comentarios:
No son los viernes (o lunes o domingos) los que nos miran a la cara y se;alan, sino nuestras consciencias...
Pero la verdad no se como interpretar este texto... solo se que me senti identificada un poco y que a la vez senti lastima...
hum
Muy bueno el texto, demasiado bueno!!!
La verdad es que los viernes esconden fantasmas entre las sombras, y al dia siguiente, luego de pasado el efecto de alcohol, se transforman en conciencias.
Excelente post
Saludos
Siempre he considerado que esos encuentros tienen un mensaje o mensajero que esconde mas de lo que podemos ver, que en cierta forma no es destino ni suerte que esas personas se nos aproximen y sin conocernos dejen s filosofia regada en una cerveza...
Hay que poner atencion a estos mensajes fren.
Saludos
Mae me cuadro este post, muy llegador...tuanis!
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