El doctor anotó en un papel la receta, la dobló a la mitad, se la entregó y lo invitó a no abrirla ahí mismo. "Tómese su tiempo, tenga calma y decídase", le dijo.
Cabizbajo y con miedo de su futuro abandonó el consultorio. No quiso esperar ni un minuto más. Abrió el papelito y aterrorizado leyó en una línea: "La lengua ya no da más. Ponete a bretear"... y eso para un LAMECULOS más que la cura sigue siendo el mal.
¡Salud!
2 comentarios:
jajajajajaja
definitivo... de esa especie de incapacitados permanentes hay muchos... jajajaja muy bueno!
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