Se frena, se mira al espejo, quiere despojarse, desprenderse a pedazos. No encuentra que es lo que tanto le aqueja. Afuera el ruido de la ciudad ni se inmuta ante su padecimiento. Adentro, en su habitación, el silencio y su rostro frustrado de rutina lo envuelven.
Se frena frente a la silla, su compañera de desayuno pero hoy la ve diferente, ya no son cuatro patas y una posadera, hoy tiene cara de transporte. Ajusta la corbata fuertemente, esta vez un poco más de lo normal. Ruega, reza, pide, llora y piensa… salta de la silla y feliz la corbata aprieta aún más.
Afuera la ciudad no deja de caminar, por ahí se escucha a un taxista peleando con un chofer de bus. Adentro el chillido de un objeto que se mece inerte parece entonar una canción. Afuera la vida sigue, mañana lo inerte es esquela y la corbata una prenda más a la venta en “Cleveland”.
ZunGa
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