Entres sombras y estrechos caminos, enfrentando los temores más terribles de mi alma, después de ensayar varias veces la escena perfecta de nuestro encuentro, previendo diferentes respuestas para tu abanico de reacciones, logré llegar a ese maná donde reposan todos tus deseos, esos que hace rato dejaron de ser espejo de los míos.
El paisaje es justo como lo insinúa el pincel que traza tu frágil sonrisa, es como lo describían tus ojos cuando se reflejaban en las míos: tímido, tierno, noble, indeciso. Y vos ahí, en esa posición de espera de ese algo, el “no se qué” más grande de la vida, que tiene forma de terrón de azúcar, se disfraza de racional, huele a hormonas y gusta envalentonarse con vos, sí cae en el círculo de lo prohibido. Amor le decís vos, yo le digo placer a dos tiempos.
En el centro de todo, yace un gran árbol y bajo su enorme sombra gustás refugiarte de los cotidiano, de esa masa que buscás ignorar. Él, sabio, alto y poderoso, comprende el mensaje y cada cierta tarde, cuando tiempo, espacio y silencio se conjugan, caprichosamente desliza sus ramas por todo tu cuerpo, convirtiéndose en tu dueño por los minutos que el reloj de la fe considere necesarios y suficientes para según vos, poder doblar un destino. Como si no supieras que por más que le recés al “Tiempo”, él no decide a quién pertenecemos.
En esos parajes donde tus emociones creen sentirse bien y pensás que nada puede estar mejor, aparezco yo recitando todos mis poemas baratos, con la simple intención de declamártelos para hacerte sentir mal, aunque me sienta peor yo.
Vengo a refrescarte la memoria, que ya veo que mucho se te olvidó. Sobretodo aquellos días en que bailaba mi boca por tu cuerpo mientras entonaba una canción.
¡Salud!
ZunGa
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1 comentario:
"yo le digo placer a dos tiempos" wow...
No es obscuro, es tan transparente como tus recuerdos.
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